Moondog - Moondog


Hace unos días, en la sobre mesa de una grata velada, me encontraba con amigos platicando sobre música y al cabo del tiempo que duran vivos dos vasos de cervezas fría caímos en la idea de que hay bandas que no encuadran dentro ningún estilo musical y que el solo hecho de rotularlas las margina de posibles diferentes apreciaciones. Entonces entendimos que la música antes que nada transmite sensaciones y que en este afán humano de definir el mundo  le otorgamos títulos a las variables con la meta de sintetizar y acortar en una palabra lo que nos hace sentir para que otros puedan situarse en una posición instantáneamente sin siquiera haber oído algo quizás.  Este encuadre no nos ha hecho para nada bien ya que no es lo mismo decir Heavy Metal que Rock Pesado y, quieras o no, no son lo mismo y algunos tendrán preferencia o por uno o por otro.
                                   
Y en relación a todo esto hoy les traigo algo que como leí por ahí algunos llaman encasillando música orquestal pero que más bien tiene que ver con la interpretación en música de extrañas palpitaciones que surgen del corazón de un tipo ciego que vivió por elección propia en las calles de New York vestido con las parafernalias típicas de un personaje Mitológico vikingo rodeado de sus partituras caseras en braille y un sinfín de objetos de su compañía; luthier de artefactos instrumentales raros, Louis Thomas Hardin, conocido artísticamente como Moondog, con la convicción de un loco comenzó a tocar su música en la calle atrapando a cientos de transeúntes por la sexta avenida y 53 en aquella ruidosa ciudad.


 Alla por los años 60, queriendo o sin querer, Moondog se había convertido en un icono del absurdo y su fama creció exponencialmente al extremo de que la productora CBS Records le prestase, junto a un estudio de grabación de primera calidad, un vendaval de músicos para que pueda interpretar algunas de sus composiciones y fue así como nació su primer long play llamado a secas Moondog el cual tuvo un gran impacto en el movimiento cultural de la época llegando de boca en boca, sobre todo, a cuanto hippie hubiese por ahí quienes fueron acólitos de su despojo y su filosofia.

La mezcla de ritmos impares, con sinfonías sacadas de cuentos, tensiones, un toque de charlestone (en algún que otro tema), tambores mohicanos vibrantes, separadores de poesía propia interpretada by himself, flautines, tubas y tristes calmas de violines que pretenden emanar una cierta alegría dentro de las idas y vueltas "partiturianas" provocan una variada gama de estupor, tranquilidad y desahogo que mediante el sentido del oído se vuelven un espectro imaginario teletransportando a quien oiga estas maravillas a paisajes de fantasía donde perros aúllan a la luna sin que sepamos bien por qué. 

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