Bubu - Anabelas


Como lo hemos dicho en más de una ocasión el rock argentino es catalogado en el mundo como uno de los mejores dada su calidad, su convocatoria y su indudable reconocimiento que en más de una ocasión llega después de un largo tiempo y pasa desapercibido en la lejanía pero que no deja de sorprender. Hoy les traigo una banda etiquetada como un mito perdido en el límite de lo disonante de un viaje psicodélico que con tan solo un disco se ha vuelto en culto internacional y objeto de colección.


 En sintonía al cambalache gubernamental de la época (1976/78), entre golpes y democracia, Bubu no fue una banda en si sino un ensamble temporáneo de mas una docena de músicos concertistas con muchas ganas de ametrallar las neuronas efervescentes de una juventud reprimida que veía en el arte una forma camuflada de liberarse ante tanto sumisión y miedo. Con una formación cambiante el grupo, que se lidiaba entre el profesionalismo excesivo y la improvisación fluida, se presentaba con un espectáculo que mezclaba diferentes ramas del arte (música, teatro y literatura) algo que después se vería en otras agrupaciones como Patricio Rey,

 y fue quizás por su gran puesta en escena que, un joven Daniel Grinbak junto al público, los encauso en la idea de grabar algo de todo aquello que proponían en sus estrafalarios shows que en las palabras de este servidor es tarea difícil para describir ya que Anabelas con la irrisoria cantidad de tres canciones (El cortejo de un día amarillo, El viaje de Anabelas y Sueños de maniquí) contiene una versatilidad única transitando ciertos cosmos de fantasía en momentos de lisérgicos corales femeninos rodeados de bajos y baterías zigzagueantes en un mar de jazz –rock eléctrico con frenos o detenciones abruptas que decantan en otro camino hacia vaya a saber uno donde pero al que vamos igual para descubrir esa guitarra que suena como un avión volando bajo y una vez allí, acostados sobre la gramilla, la cosa se calma y cae por un agujero de conejo hasta la nada que violines y flautas transversas pueden dar bañadas de saxos templarios y espadas de fuego.   

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