No sé si les ha pasado que discos escuchados una sola vez llaman la
atención pero internamente sabemos que para que esa atención se transforme en
gusto y placer se deberá dedicar al menos algunas pasadas más. Este impase
entre una cosa y otra se debe a la complejidad de la obra que para algunos
mortales, como yo, en ocasiones es más difícil de permeabilizar. Así fue como
luego de escuchar este disco claramente percibí los dotes de excelencia que
este muchacho tenia pero su arte exquisito era demasiado para un soumelier
amateur. Hagan el intento y verán, aquel que conoce a Jason Becker sabrá que
complejidad es su segundo nombre.
Perpetual Burn (Quemadura Perpetua)
es un titulo que sintetiza en dos palabras el arte que expresa nuestro
héroe de la guitarra mundial; “Quemadura” porque hay que estar bastante quemado
de la cabeza para hacer lo que se escucha, prácticamente una competencia
consigo mismo por sorprenderse, y “Perpetua” porque su obra quedara por la
eternidad de las eternidades alojada en las sienes de quienes alguna vez lo
escucharon. Jason Becker mas allá de ser ovacionado por el mundo del rock su nombre
no trasciende este pequeño circulo y
pasa desapercibido como cualquier hijo de vecino para el público en sí, para
colmo su obra y su carreara no fueron extensas, según la página oficial solo
cuenta en su haber con un disco solista en plenitud, Perpetual Burn, dos en
conjunto con Marty Friedman (Megadeath) en Cacophony, con quien comparte la
canción Eleven Blue Egyptians de este disco en una gran demostración de todo
aquello que nunca me saldrá tocar la viola, y otros trabajos como guitarrista
de David Lee Roth donde suplanto ni más ni menos que al saliente Steve Vai.
Si se pudiese hacer un paralelismo entre la música y la arquitectura
diría que el estilo de Becker es sin dudas barroco, cargado de una agresividad
hacia los sonidos increible, vibraciones, luz y climas con la finura digna de un director de
orquesta enfermizo que con tan solo un instrumento puede hacer perder al oyente
en una maraña de notas electrocutadas con una digitación que vuela sobre el
mástil sin ningún tipo de limite emulsionando nuestro sentir, desmalezando el
tímpano, encontrando fraseos exclusivos que solo pueden ser apreciados en
personas que han encontrado una manera autodidacta (Única) de tocar esto que se
ha denominado llamar Speed Metal Sinfónico pero les aclaro que en este álbum encontraran
mucho más que eso.
Quizás toda esa velocidad, todas esas variaciones, ese apuro impreso en
la composición intuia, como los animales, una catástrofe por venir. Lo cierto
es que Jason al poco tiempo de salir al ruedo, algo así como cinco años,
subiendo los peldaños del estrellato, fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica
(La misma enfermedad que Stephen Hawking) y mas allá de algún que otro disco,
posterior al diagnostico, no pudo volver a tocar, quedando al poco tiempo
postrado e inmóvil.
Gracias a la vida hoy contamos con este legendario material que en mi
caso un poco me entristece porque escuchando tanta virtuosidad quisiera un poco
mas albumes y fantaseo con lo que pudo haber sido pero los hilos que tejen
nuestro destino son curiosos y solo quisieron ver nacer a Perpetual Burn que
para nuestra buenaventura no se guardo nada, entregando el alma en un hermoso
sacrificio de amor por la música, de amor hacia la vida, sorteando este gran
escollo hasta el día de hoy a puro rock dejando a Jason inmortalizado como
aquel prodigio que es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario